La famosa frase que se atribuye a Enrique de borbón, tras su conversión al catolicismo para poder reinar en Francia, podría trasladarse aquí para ejemplarizar el viaje que un grupo de socios del club de tenis hicimos a Francia, concretamente a París para deleitarnos en el “Disneyland París del tenis”, esto es Roland Garros.
Uno de los Gran Slam del año, donde casi siempre ganan los españoles, respirándose un ambiente competitivo sin igual en todos los lugares del mismo.
El primer día estábamos citados en el Olimpic Club a las 4.00 am para tomar un autobús que nos llevaría a Alicante, rumbo a Paris Bercy. A la llegada, traslado al hotel y sin pasar por habitaciones a Roland Garros, sin anestesia ni nada. Con la emoción de la primera vez, nos dimos una vuelta por todo el grandioso enclave, que rodeado por los bosques de Bolonia y la población de Boulogne-Billancourt emerge magestuoso entre el cielo parisino cargado de esas nubes entre amenazantes e idílicas, y esa tierra que tantas glorias patrias nos ha dado.
Como el primer día solo teníamos acceso a las pistas exteriores y había muchos dobles, la pista 18 era la que atraía nuestra atención. Allí Nishikori dio buena cuenta de Simon, uno de los decaídos héroes locales. Luego jugaba Pablo Carreño con una de las revelaciones del torneo Marco Cecchinato (dai Marco dai, le gritaban con insistencia y se convirtió en el grito del viaje, “dai dai”). Que cuando apareció la lluvia, ¡y qué lluvia!, supo darle la vuelta y plantarse de ahí a semifinales. Grandes duelos que aguantamos por nuestro amor al tenis.
Al día siguiente nos despertamos con gran ilusión, teníamos asientos en la Philippe Chatrier, y el orden de juego era magnifico. Nuestra Garbiñe Muguruza abría la jornada, pasando por encima de una siempre durísima Stosur. Pudimos además presenciar el final del Pouille-Khachanov (pospuesto por esa lluvia del viernes y que solo duró un set más). Tras ellos Sharapova dio cuenta de una de las Pliskovas y, sí señores, el esperado momento de ver en vivo a Rafael Nadal, que demostró como controla un deporte en el que la mente y la concentración son fundamentales, sin dejar a sus rivales volver a tener ilusión y oportunidades, cerrándoles los caminos y como suele decirse “se les hace de noche” y nos hace sentirnos muy bien. Jugaba con Richard Gasquet y tan solo pudo hacerle a Nadal siete juegos. 16 victorias de 16 enfrentamientos directos.
A continuación, Del Potro venció a Albert Ramos, también un espectáculo ver a ambos jugadores. Un Del Potro que disputó las semis a un ya para entonces imparable Rafa.
Estábamos ya más que satisfechos de tenis, aunque aún hubiésemos aguantado algún partido más si nos lo ofrecen. Dimos un último paseo por delante de la Suzanne Lenglen, pasamos ante la court 1 (la plaza de toros) y la plaza de los mosqueteros, todas ellas repletas de tiendas de recuerdos del torneo y otras marcas señeras. Y abandonamos el lugar, con un hasta luego… y recomendando la experiencia, un lujo el haber podido estar en Roland Garros y un lujo los socios que fuimos tanto del Murcia Club de Tenis como del Olimpic Club donde compartimos entrañables y grandes experiencias, incluidas las fuertes turbulencias en el viaje de vuelta, que nos mantuvieron despiertos a casi todos hasta Murcia y más allá.
Roland Garros 2018
Cosme Bernabé Ruiz